Estoy en el primer escalón de este
tercer piso, y la verdad, paso así, sin más sorpresa y no está mal, tal vez es la
edad que por lo menos por ahora me cuesta trabajo estar contenta, quizá sea el
clima, los días bochornosos y acalorados me sientan más que fatal.
Tal vez son las hormonas que juegan a
que no esté conforme con nada y a estar conforme con todo, ese sube y baja
emocional me causa delirio y un poco de angustia, que disfrazo de mil formas,
aunque al llegar la noche hace que me cueste
mucho trabajo dormir.
He tenido muchas conversaciones,
tantas que han nacido la necesidad de escribir, pero siendo honesta me cuesta
trabajo hacerlo, sigo sin tener un equipo propio, supongo que eso me limita, sé
que no debería, porque tengo uno prestado, pero soy mañosa en cuanto a
costumbre, y me acostumbre a escribir en un espacio propio, los ajenos, me
causan un poco de extrañeza y es que quiero poder acumular cosas, tener
cintillos rosas, y un montón de imágenes
sin utilizar, guardar música hasta que el limite este en rojo, tener
todos los textos de todos los libros que quiero comenzar a escribir, llenarlo
de claves para que mi fortaleza no sea invadida, si… necesito ese espacio donde
la imagen que este de fondo sea del color de mi estado de ánimo, aunque siempre
sea rosa o morada. Y no está mal querer algo mío, el egoísmo no es algo que
desaparezca, solo que surgen otras prioridades en la vida.
Y sentada aquí recuerdo una escena
con mi madre de hace menos de un mes…
La mire mientras le platicaba lo que
he aprendido y puedo jurar que por su cabeza pasaron juzgados, corte, despacho,
la política misma, y un hermoso traje sastre hecho a la medida…
Mientras yo le platicaba de las
finanzas del hogar, de las compras, de las que comidas que he aprendido a
hacer, creo que también pudo ver la
felicidad en mis ojos, solo me sonrió y continuamos caminando.
Y es que la felicidad viene en
envolturas distintas (siempre lo he creído), estancarse, no significa no tener
una cédula o un título, estancarse en mi opinión, es dejar de crecer. Es ser
alguien que no se mueve, que no avanza, que decide quedarse a la deriva, y yo,
tengo movimiento, de eso, estoy muy segura.
Supongo que es un chip que todas las
madres traen, sobre todo las modernas, querer ver entaconadas y con la cartera
repleta de seguridad, pero no siempre fue así…
Antes, según narran algunas
historias, las mujeres deseaban casarse, ser madres, criar a los hijos y tener
una pareja estable, un hombre con el que pudiera sentirse seguras y protegidas.
Si eso cuenta la historia, pero un día,
algunas decidieron que esa vida era aburrida, que no encajaba en los tiempos
modernos, que estaba mal querer hornear pasteles, que era terrible querer ver
la vida a través de biberones, tejidos, sazones,
adornos, repisas, una cocina limpia y con lindos muebles, un edredón café con
beige o color vino.
Un día el ser ama de casa se
convirtió en algo mal visto, en algo que solo quieren las mujeres que tienen
flojera, mujeres, que según otras mujeres, “solo les gusta ser mantenidas” y lo
único a lo que aspiran esa quedarse “echadas en sus casas” sin hacer nada más
que respirar. Si ahora la vida es así…
Pero qué hay de las disfrutan,
cocinar, tener arreglada su casa, trabajar los fines de semana, para contribuir
en los gastos de la casa, porque es un pecado perseguir lo que en estos tiempos
ya no es común.
Una taza de chocolate, una casa con
olor a mango, unas donas de chocolate, un delicioso arroz, una sonrisa al ver
que el hombre que amas llega, y que puedes consentirlo, servirle la comida y
preguntarle “¿qué tal tu día?”,
levantarte al día siguiente, tenerle la ropa arreglada, o porque no,
aventurarte a planchar aunque sepas que estas negada por completo, porque
simplemente no sabes hacerlo, y aún así, intentarlo, mirarlo a los ojos y
decirle “soy malísima, pero espero que no te de pena llevártelo así”, que él te
mire con tal ternura y orgullo y te diga “así está muy bien, gracias”.
Por qué el querer tener un hogar para
cuidar, se convirtió en algo tan aburrido, para las demás; por qué les cuesta
trabajo creer que aún existen mujeres echas a la antigua, que tal vez no
borden, pero que pintan muros para hacer feliz a alguien, que tal vez no
cosechen su propia comida o no piensan cargar a los hijos con el rebozo en la
espalda, pero que tienen un blog por internet en el que cuentan historias tanto
reales como ficticias; mujeres que desean aprender a cocinar muchas más cosas
de las que ya saben hacer para hacer feliz a alguien en particular. Mujeres que se tiñen el cabello de rojo y no
como un mal entendido símbolo de debilidad o pérdida de identidad, sino como un
buen obsequio de una amiga, para un buen amor…
Y así podría seguir y no terminaría,
y el punto, es que soy pelirroja, que aprendo todos los días algo nuevo, que
sigo siendo yo, y que ahora tengo nuevas metas, que son diferentes a las que me
metieron en la cabeza desde niña, pero que se parecen más a la idea que siempre
he tenido de mí, que respeto a quien no ve el mundo como yo, y que espero que
sean pocas las personas que me juzguen y sean más las que me apoyen y me
comprendan, y que si me equivoco, tenga la madurez necesaria para levantarme y
seguir adelante, que quienes me aman me deseen lo mejor y que entiendan que
encontré la felicidad, ahí, justo ahí donde menos me imagine…
Y así continua la historia en este
blog, nos leemos la próxima!!!