Aún me gusta el café
Sigo creyendo que debería
editar un libro, pero cuando abro los ojos, recuerdo que tal vez a nadie le
interesaría.
Aún me enfadan muchas
cosas, y creo que mis manías se han incrementado, no tolero el transporte público,
odio caminar en los lugares de mucha concurrencia.
Aún me enamoran las tardes
de lluvia.
Me gusta usar escote en las
blusas.
Soy firme creyente de la
fidelidad, aunque a veces a solas, creo que lo en realidad sucede, es que le
temo a la infidelidad.
A veces cuando el ruido es
insoportable solo quiero dormir…
Aún me gustan las
mariposas, sigo coleccionando tazas aunque no haya agregado ninguna a mi
colección en el último año y medio.
Me gusta el limón y jamás
dejara de gustarme.
Los paseos largos ya no me
hacen dormir tanto, y si bien añoro esos viajes por Lujan que jamás viví, estoy
segura que algún día podre cantarle a la patria de la primavera, es un sueño
que debo cumplir.
Cuando el presente me
atemoriza, busco refugio en las cosas que no viví, lo sé, ahí solo vive el recuerdo
de lo que no fue y no el presente que se vuelve frustrante por minutos.
Aún canto cuando me siento
triste y si, también lo hago cuando estoy feliz.
Estoy aprendiendo a
resignarme a disgusto, y es que dicen por ahí que también aprendí a presionar.
Quiero aprender a ser
indiferente.
No me resigno a creer que
la vida no es justa y es justo por eso
que creo que cada quien tiene lo que se merece o lo que busca…
Me he vuelto criticona de
las vidas ajenas, seguramente es mi forma de gritarme las verdades a la cara
sin ponerles mi nombre.
Valoro
cada pieza de mi colección de tazas, y soy muy celosa de los regalos
personales, por desgracia, les dejo de dar importancia cuando sé que no son
valorados como deberían…
Quiero que mi primer hijo
lleve de primer apellido “Romero”, ¿alguien se ofrece a tal disparate?
Extraño subir al Ajusco los
fines de semana, siempre me hizo feliz estar con quien desde niña considero mi
persona favorita, extraño imaginar historias mientras veía pasar la vida en
aquel pueblo de miradas desenfadadas.
Desde hace varios meses
quiero un elote con mucho chile.
Quiero despertar con
amaneceres de olor a chocolate y amores de fondo.
Se me ha metido en la
cabeza comprarme un babydoll, no sé si lo use, pero quiero uno, tal vez algún
día me atreva.
Me he vuelto poco paciente
a los errores ajenos, pero si ya lo advertiste… ¿qué caso tiene darle vueltas
al mismo asunto?
Me preocupa no ser feliz,
porque a falta de esta, el aburrimiento se cuela entre la ropa.
Dejar a una lado mis sueños
por los sueños y necesidades ajenas es algo que no vuelvo a hacer, por más
delicioso que sepa un beso.
Aprendí que el punto no
está ni en aprender de tus errores, ni en entenderlos, el punto es “dejar de
cometerlos”.
Reafirmo que no me gusta ni
el queso, ni la crema, ni nada de esas cosas, también descubrí que la leche
comienza a dañarme.
La comida sin picante no es
comida, en mi paladar se vuelve como comida de bebe.
Valoro tanto el silencio y
la tranquilidad como las estrellas que veía en las noches de vacaciones en hidalgo cuando era niña.
A pesar de que mi reloj
biológico me dice que es momento de ser mamá, mi mente y el sentido común me
dicen que no, que no es opción.
Creo que el amor que se
plasma en un acta ante un juez de lo civil no es para mí, creo que el día que
no quiera estar simplemente me iré, no veo necesario pagar más de lo que cuesta un mi boleto de avión
hacia algún sueño.
Me
gusta el sentido de pertenencia, es útil cuando se trata de defender lo que mi
trabajo me costó ganar.
Amo
poder escribir lo que en realidad siento, la gente encuentra fascinantes las
historias ficticias, pero creo que a
veces es más difícil escribir en primera persona.
No me
conformo con menos… puedo resistir, pero jamás me conformare, así no soy yo.
Cuando
me siento ajena a algún sitio jamás desempaco, y es que, jamás sabemos cuándo será
el momento de partir.
Sigo
respetando al tiempo como el recurso personal no renovable más preciado, es
verdad que el tiempo es eterno, pero la eternidad no viene en bolsitas de a
litro.
No
creo en las lágrimas de salida fácil, ¿rompes el plato y lloras porque hiciste
ruido?
La lealtad
no es una elección entre mis hermanas, más bien es como un líquido que corre
entre las venas, es muy parecida a la sangre, pero no es del mismo color.
Puedo
amar hasta la luna, pero no por eso soy una lunática.
Creo
que vivir es de todos los días y que sobrevivir a la larga es de perdedores.
Saludos
amigos! Nos leemos la próxima!!!!