martes, 16 de octubre de 2012

5 de octubre






Puedo aprender a comer limón, a dejar el café sin azúcar, puedo comer crema -con mucha salsa para disfrazar el sabor, puedo dejar de ser, para aprender,  pero ojo! no para ser como los demás quieren que sea, aunque si algo tengo es que soy tolerante hasta el punto de la devastación.
Tenía mucho miedo de sentarme a escribir,  siempre que lo hago termino descubriendo algo, que si bien me ayuda a estar mejor, no siempre son buenas noticias, aun así aquí estoy con lo que fui, con lo que soy, con lo hice y con todo lo que quisiera hacer; tengo miedo de que la verdad salga a la luz y me explote en la cara, tengo miedo de volverme consciente y de decir adiós…
Las telenovelas por años (supongo que más de 30) nos vendieron la idea de que los hombres eran hermosos y elegantes simios que se dejaban manipular por sus madres o por las zorras que se les metían entre las sabanas; pasaban más de cuatro meses victimizando a la protagonista que durante toda la telenovela se la vivía llorando, la subían a un pedestal y poco faltaba para que la compararan con la virgen.
Pasaron los años y las series de televisión nos mostraban a hombres divertidos, arrogantes, guapos, enamoradizos; por otra parte las mujeres se volvieron rubias voluptuosas o mujeres de piel blanca pero sin chiste, eso sí llenas de comicidad, mujeres que amaban los chocolates, que tenían que verse como tontas y meterse en líos, mujeres que al inicio eran mal vestidas algo que se convirtió en trillado ya que después de algunas temporadas se convertían en modelos de belleza.
Los libros -por lo menos los que me llamaron la atención en mis años mozos- nos hablaban de mujeres y sus temores a vivir, a sentir, era sobre hombres que no las comprendían, sujetos fríos, algunas veces crueles e insufribles; la búsqueda por parte de ellas de su identidad, el dejar de ser del montón, para convertirse en mujeres auténticas; la liberación previa a romper las cadenas del conformismo para así dar paso (no sé si para bien) a convertirse en una cabrona bien hecha, después de todo “los hombres las prefieren cabronas”, o no?
En la vida real, bueno aún no tendría algo definido, en casa me enseñaron a ser una buena ama de casa, se cocinar -fui buena observadora- se hacer el aseo -detesto el desorden-, se lavar -porque siempre he odiado como lo hacía mamá-, en cuanto a esa “sobre protección” que le hago a quienes amo, esa, esa creo que  es más una condición personal mezclada con un poco de herencia materna; me enviaron al colegio para que no me conformara con menos o para que siendo mayor me buscara mi propia suerte; llegue hasta la universidad -a la mejor- por convicción y porque por lo menos hasta el día de hoy mis ganas por saber no han sido satisfechas.
Sobre ellos, bueno, sobre ellos no me hablaron mucho, mi padre me aconsejo llegar virgen al matrimonio y lo único que podría decirle ahora seria “lo siento papá, pero no se trataba de “querer llegar”, en mi cabeza siempre tuve la idea de hacerlo con la persona correcta, siempre supe que lo haría con la persona que hiciera que la vida supiera mejor”; mi madre se la paso hablando mal de papá, si optara por esa idea, seguramente no me agradarían los hombres, les mantendría cierto grado de rencor, por fortuna entendí que cada quien habla como le va en la feria; como pueden ver no tuve una buena guía para esto de los hombres y las relaciones.
 De la gente que me rodea entendí que el amor existe, que es real, que tarda en llegar, pero que llega, que no se trata de buscar sino de dejarse encontrar; que el hombre ideal existe y que es así en la medida de lo que deseamos tener a nuestro lado, en la medida en que se lo hacemos saber, el hecho es que nadie lee la mente -bueno, casi nadie- una buena relación se forma, se pule, se cuida, de ningún modo  surge perfecta, aquí no existe generación espontánea, no hay nada más estúpido -por lo menos para mí- que decir te amo después de tres horas de haber “conocido” a alguien, no hay nada más extraño que decir que conoces a alguien después de convivir 10 años con alguien en particular, somos seres cambiantes que jamás dejamos de crecer, de aprender, es por eso que creo que nunca terminas de conocer a quienes te rodean.
Caminamos por la vida, recibiendo información, tomamos y compartimos la ideas que tenemos  de cómo vemos la vida, nos creamos  una percepción de cómo es o como seria amara alguien ; creemos saber cómo debemos amar y a quien, pero en realidad no tenemos ninguna idea firme, vivimos pensando si hemos tomado la decisión más correcta y nos atormentamos de que no sea así; enamorarnos del encantador, del complicado, del patán, del arrogante, del inseguro, del ingenuo, del galán, del inteligente, del tierno, enamorar al indiferente y hacerlo un algodón de azúcar se vuelve  nuestra misión imposible…
Cada libro, cada historia real o ficticia tiene su propio príncipe o verdugo, pero el hecho es que debemos buscar al que o a la que nos haga felices, elegir a quien se esfuerce por ver una sonrisa en nuestros labios, a quien sea capaz de luchar en nuestro nombre, alguien a quien le puedas confiar tu secreto más escondido, entendiendo que a esa persona no le tienes secretos.
Alguien que ame amanecer, desayunar, comer y cenar con nosotros, alguien que tenga mirada de luna y olor a cielo, que sea de sentimientos con textura de nueve, pero que a la par sea tan fuerte como un roble, un humano tan humano, que de repente quiera dejar de serlo, para llevarte a lo más profundo del paraíso; alguien que sepa de nuestros defectos y de nuestras debilidades, así las sorpresas vendrán en las fechas importantes y no serán por descubrir alguna que otra manía.
Si me preguntan a mí, yo creo que es difícil, pero no imposible, allá afuera hay alguien que en el fondo buscando lo mismo que nosotras, el punto es estar en lugar correcto en el momento indicado, quitarnos los lastres del pasado, romper con los miedos propios y porque no, con los ajenos, caminar, dejarnos encontrar y vivir, ser felices y tatuarnos en la mente que esa es nuestra única obligación.
El amor siempre será difícil, sabemos que enamorarte es cosa fácil, amar es algo  complicado, a algunos de nosotros nos cuesta compartir nuestra individualidad, pero no es imposible hacerlo; ser fiel no es una opción, escuchar es lo más recomendable y hablar en definitiva es imprescindible y claro el tiempo, es sin duda alguna FUNDAMENTAL.
El chiste es conocer, seguir conociendo y jamás dejar de hacerlo, quedarte si eres feliz o irte si la felicidad se volvió costumbre o necesidad.
Les dejo que esta última idea, a ponerla en práctica, a ser felices…
Nos leemos la próxima, besos!

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