Indudablemente todos en algún
punto de la vida nos atrapamos de alguna novela o historia ficticia, alguna
noticia, un cuento, alguna serie de T.V., en fin, podemos soñar, idealizar,
esperar que el cuento de hadas se vuelva realidad…
Hace unos días descubrí una
de mis telenovelas favoritas “café con aroma de mujer” la vi la primera vez que
la pasaron en México, y para ser honesta esa fue la primera historia que me
atrapo no solo el interés sino el corazón, ya saben, la ilusión de ese amor
fiel, puro, lleno de intrigas, que al final y después de librar todos los obstáculos
el amor triunfa.
Bueno eso por lo menos a
grandes rasgos, pero que hay de la historia, del comienzo, un amor que nace de
una promesa, de una fecha de encuentro, de un octubre que jamás llego, por lo
menos no como se planeaba; si esa en la historia era una gran idea, pero que
pasa cuando traspasa la pantalla y se vuelve parte de nuestra historia de vida,
y no porque se pretendiera, todo lo contrario, una sucia treta del destino
lleva a prometer un enero que jamás llego, una promesa de amor que era “por
siempre”.
Algo que tengo que dejar en
claro antes de seguir escribiendo por respeto a mi amor presente es que no anhelo,
ni añoro, no deseo y mucho menos extraño ese amor pasado, pero es inevitable
que al revivir esta historia, no me vengan recuerdos a la cabeza, recuerdos que
conforme desfilan en mi mente son analizados, son desmenuzados para su análisis,
si, y la pregunta es ¿acaso vivimos buscando nuestro cuento rosa?, ¿acaso todos
vivimos pensando en escribir y así pasar a la historia construyéndonos un cuento de
hadas?
Y de ser así, ¿por qué no
nos volvemos como los protagonistas?, ¿por qué no buscamos un empleo dudoso
para ir a Inglaterra?, ¿por qué no vendemos todo cuanto poseemos y nos
inventamos un plan en bicicleta para llegar a Lujan?
¿Por
qué nos quedamos con la idea de que todo tiene que suceder porque si?, es como
si tontamente esperáramos que “el escritor” de nuestra historia, por si solo nos
fuera a dar la pauta para seguir el camino correcto, esperamos ordenes, pistas,
señales que nos guíen en la búsqueda del ser amado, deseamos que alguien nos
diga cómo hacer las cosas.
No sé
si por cobardía a nuestras propias decisiones o por miedo a que el sueño que
perseguimos se convierta en pesadilla antes de tocar la luna, es que esperamos
ser guiados, tenemos atravesar montañas, de pronto el cruzar un océano nos es
imposible, subir a un avión y gritar “te necesito” en tierra extraña.
Imaginar,
anhelar, desear vivir un amor épico que deje huella en el mundo no es sinónimo de
sufrir, de temer, de dejar ir, para nada se compara al martirio de un amor que
se niega a ver la luz del día, quien te diga que para amar se tiene que padecer,
seguro no sabe nada del amor.
Amor
es vivir, sentir, ser feliz, aprender, tropezarte y levantarte en segundos,
comprender y reír; idealizar es subir a un pedestal a un mortal, tan mortal que
puede morir en cualquier momento.
Es bueno
apasionarnos por historias, es bueno imaginar ser las protagonistas de alguna
novela, después de todo soñar no cuesta nada, pero lo que no podemos darnos el
lujo de permitir, es que te conviertan en la víctima de una novela de misterio.
Bueno
queridos lectores, después de una larga ausencia ya me siento lista para volver
a escribir, espero que disfruten de esta entrada, tanto o más como yo disfrute
hacerla, les dejo besos y muchos agradecimientos por seguir visitando este su
espacio.
Recuerden
“enamórense todas las veces que puedan y si es de la misma persona, pues mucho
mejor”.
Besos,
nos leemos la próxima!!!!
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