Esta es una de esas veces que
temo tanto sentarme a escribir, tengo miedo a los pensamientos que se pondrán
frente a mis ojos; temo que la realidad me de una bofetada y me tire a la lona.
Aun ahora estando aquí, no sé muy
bien para donde voy; pero si hago un recuento de este blog, pocas veces al
escribir sabia a donde llegaría, la única certeza que tenía es que debía
escribir, que necesitaba depurar mi alma como mejor se hacerlo y eso es
escribiendo…
Muchas son las situaciones que
han ocurrido, regresos brutales y partidas dolorosas, promesas cumplidas y
amores palpitando, este año ha sido complicado y muy difícil de catalogar, por
un lado, están los ciclos que he cerrado o que he intentado cerrar y por otro,
todos los momentos que atesorare hasta el día en que muera.
Este año se llevó mi lugar seguro,
mi refugio de toda la vida, la historia tal cual la conocía cambio y aun no sé
si para bien, pero ahora ya no importa, ya no hay marcha atrás.
Este frió y estas ganas de salir
corriendo tras ese sueño porteño y no mirar a tras no me dejan escribir, porque
tengo miedo de mis pensamientos, de mis deseos, de mis sueños, hace tanto
tiempo que no tenia miedo de salir corriendo a darme de portazos en la cara,
porque así será, me veré recreando a Sabina y su “Frente Marchita” y no de
forma poética, sino de forma cruel y dolorosa, y aun así, a sabiendas de esto
quiero gritar “¿dónde estás?”.
Y es que, si algo sé en esta vida, es que
cuando nos prometemos algo, tenemos la obligación de cumplirlo, y no importa cuánto
nos tardemos, debemos cumplirlo, esta en la ley de la vida, no podemos
decepcionarnos a nosotros mismos, porque ese tipo de decepción no se supera
nunca, son sueños inconclusos, nos frustra, nos consume la vida… nos amarga.
Lo entiendo así porque pude leer
la mente de ese hombre que regreso porque necesitaba ayuda, que toco nuestra
puerta y no por amor; toco, para que le diéramos eso que él en mis 35 años no
me dio: amor, presencia, afecto, apoyo; que sé yo exactamente que quería, sé
que deseaba algo pero no tengo certeza de que, entiendo su necesidad, cuando
nos vemos derrotados deseamos redimirnos, porque sabemos que a la hora de irnos
y entregar cuentas tenemos que entregar saldo limpio, pero ¿cómo se puede tener
la conciencia y el alma tranquila cuando te has encargado de destruir 15 vidas (y
la cuenta hasta hoy aun no cierra)?. Entiendo su situación, no comprendo como
llego a ella, porque por más que me quiera poner en sus zapatos, no puedo…
hacer daño en nombre del amor y de la necesidad de compañía, no justifica el
daño colateral. Y por desgracia el lazo padre e hija que el debió ayudar a
construir no existe y hoy sé que con que una parte quiera no es suficiente.
Hoy puedo decir que por lo menos
yo estoy tranquila con no verlo, que estar a su lado me llego a enfermar, la
energía que lo rodea era tan desgastante, que fue mejor para mi tomar
distancia, al final ni le debo ni me debe.
No sé muy bien si la vida nos
encontrara de nuevo, sé que tenemos una cita en enero, (siempre enero), y si en
mi esta, está cita se cumplirá, porque a diferencia de él, yo si tengo palabra,
los mariachis tocaran y ese día me despediré de él.
Imagine que este escrito seria
doloroso y cruel, que estaría lleno de amargura y enojo, pero no, como siempre
poner las cosas frente a mí, les quita peso, las reduce a poco y me ayuda a
entender que cada situación que la vida nos pone enfrente es para aprender, a
veces logramos entender a la primera, pero seguramente en nuestra vida nos
toparemos frente a otras que nos costaran hasta más de diez caídas para
entenderlas, las abrazaremos por siempre o las pasaremos de largo para no
mirarlas nunca más.
Gracias por leerme una vez más,
seguimos en este viaje, contando historias, reviviendo y entendiendo de que se
trata este viaje.