No entiendo tus razones, las
supongo e imagino, construyo una verdad que me sirve y me hiere de tus
silencios de tus despedidas sin adiós, tomo todo mi cariño por ti y enciendo
una hoguera en mi corazón… arde, es una llama constante, de vez en cuando otros
brazos me calman, pero siempre vuelvo, siempre regreso a ti.
Cada día me cuestiono menos, sigo
sintiendo, eso lo hago bien, soy un manojo de sentimientos.
He pensado esconderme en esas
idas y vueltas, he tenido la necesidad de cerrar la puerta, de tapar cada
ventana por donde penetra el sol con fondo azul celeste, pero no puedo, siempre
dejo una llave pegada en la puerta, y no es que tenga miedo de perderte, uno no
puede tener miedo de perder algo que no se tiene, pero para mi corazón eres tan
mío, porque mi amor radica en mí.
Eres un deseo constante, una
promesa en los labios, una mirada de cielo, un abrazo de enero, no logro verte,
puedo sentirte, a ratos creo que hasta puedo olerte, por las noches sueño con
despertar entre tus dulces brazos, ¿dónde estás? ¿Por qué te has ido? Llévame
contigo, se te olvido empacarme en la maleta, o será que me tienes en el cajón
del olvido.
Con todo ello en este tiempo he
aprendido que el deseo es algo que no se puede ocultar, me lo he bebido todas
estas noches en el café, y por las mañanas me doy cuenta que siguen quedando
residuos de tu piel ausente.
Desear es lo que la distancia y
el amor nos dejan, es un calvario para la piel y el alma, es una cruel
esperanza de que mañana te deseare no como posibilidad sino como realidad.
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