¿Qué sabes tu de amor, si aún no has pisado la luna con los pies
descalzos una noche de julio mientras cazabas mariposas?
¿Qué sabes tu de amor, si no has llorado por la sed de besar
lo que aún no podés tocar?
¿Cómo puedes decir que amas, si a tu piel no le ha dolido la
distancia?
¿Cómo te atreves a hablar de amor, si tus manos no se han
entumido de ganas de acariciar otra piel en una helada mañana de enero?
Dime, ¿cómo se puede hablar de amor con las manos vacías de
fe?
No me juzgues mal, no digo que tu amor, no valga, pero es más
fácil amar lo que se conoce, lo que ya se sabe, lo que ya se ha visto.
Yo escribo sobre ese amor que ha sobrevivido al tiempo, a la
muerte, al olvido, a la distancia, un amor que es a prueba de todo y de todos;
por eso cuestiono las formas sencillas de amar, y me pregunto si es tonto o
absurdo amar lo desconocido, sí, lo sé, tal vez ni yo lo tengo claro, pero lo
siento, lo respiro, lo palpito y si, por si lo preguntas, también en la
distancia la piel se humedece.
Dime tú, ¿qué sabes de amor, si no has tenido la oportunidad
de amarlo a él?
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