Tus palabras, tus letras retumban
en cada centímetro de mi cuerpo, no hay momento, no hay instante de mis días
que no te desee junto a mí.
Eres dueño y señor de cada poro
de mi piel, logras humedecer este cuerpo mío y tuyo con cada palabra que decido
hacer mía.
Eres deseo, amor, pasión,
distancia, sueño, paciencia, dolor, ausencia, presencia, cercanía, anhelo,
realidad…
Me transportas con cada
posibilidad al país del será: sólo espera un momento porque el día llegará. Me
llevas de la mano a tu tiempo, a tu ritmo, a tu forma.
Me sacas de mi para ser de ti; las
preguntas, las dudas se esfuman en la esperanza de tu llegada, en el sueño de
tus manos en mi espalda, de tus labios en mis caderas, de tus manos apretando las
mías.
Tomas la idea de mi y en tu voz
me vuelves poesía, me sacas del letargo de la vida sin ti, para volverme
cualquier canción de amor de la cual me vuelvo protagonista imaginaria con sólo
pensar que es a mí a quien esperas.
Me matas y me revives en el adiós y en un hasta
pronto; entre la ausencia y el silencio, para un segundo después darme la vida con
una frase que transformo en tu mirada, me calma, me da para vivir, para seguir,
para imaginar.
Eres pasión de madrugada, entrada de blog, canción de atardecer, café de noche y amor de vida, eres tú, siempre tú.
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