lunes, 6 de agosto de 2018

Sofía VII



A veces me gusta dejarme las uñas largas, me gusta de ves en cuando pintarlas y soñar que soy una mujer glamorosa, normalmente no lo soy, soy coqueta en mi arreglo, pero sin exagerar, pero en un día como hoy no es buena idea, no tengo destreza a la hora de usar el teclado, me cuesta trabajo, y en realidad estoy pensando en cortarlas, porque el día de hoy quiero escribir sobre Sofía.


He pasado horas enteras leyendo los escritos de Sofía, he dejado pasar los días, pensando si debo continuar con este relato, o debo dejarlo en el cajón de los recuerdos familiares y ciertamente mi necesidad de contar historias me grita que sí, que debo escribir de ella, que el mundo merece conocerla, que su historia merece la pena ser contada.

Después de esa ida a la capital pasaron muchos días sin saber nada ni del abuelo ni de mi tía Sofía, si llego alguna noticia a la hacienda, en esos días yo no me entere, seguramente estaba entretenida siendo una niña, recuerdo que me gustaba dar largas caminatas, trepaba árboles y brincaba alguna cerca al ritmo de las frases que  acompañaron mi niñez “ eso no es de damas, eso no va con la educación que recibes en esta casa”; extrañamente no tengo tantos recuerdos míos como debería, mi mente está llena de ella, de mi tía, de la gran admiración que sentía y que el día de hoy se ha convertido en algo más profundo, ahora que la vida me ha puesto en las manos la de ella.
Entre sus hojas sueltas, en la intimidad de sus letras encontré los escritos de aquella vez que por primera vez se enamoró.

“no sé como he convencido a mi Padre de traerme, honestamente no creí que me permitiera viajar con él, no debí viajar, pero quería saber cómo estaba él…”

Siempre considere a Sofía como una mujer libre de emociones, como esas hermosas muñecas cuyo rostro es imperturbable, sabia que era bondadosa, una gran conversadora, una mujer inteligente, dulce, elegante, sobria con un rostro siempre denotaba serenidad, cuan equivocada estaba, ella era una mujer real, una mujer hecha de carne y de huesos, como cualquier otra.

“no puedo creer que este sintiendo esto, tengo tanto miedo de mí, de mi agitada respiración cada vez que se me acerca, ¿por qué me mira?, ¿por qué siento esa extraña sensación cuando lo tengo cerca?, no puedo, no dedo, él no…, tengo tanto miedo…”

“Mi padre me pidió acompañar a Carlota durante nuestra estancia en la capital, no pude negarme, Dios mío, no debí venir, no sé qué me pasa…”

“Ayer tomo mi mano, nunca nadie me había tomado de esa forma, tal vez…, no puede ser, son solo ideas absurdas, no puede ser real, pero si lo fuera, si fuera posible, él me apretó tan fuerte, que mi corazón se aceleró, temí que lo escuchara, soy una tonta, esto es imposible, estoy imaginando cosas…”

Sofía era tan humana, que, si no fuera porque me conozco de memoria su caligrafía, podría jurar que no es ella la que escribe, en sus letras es una mujer tan frágil, tan temerosa, tan confundida, cómo es que no lo note, ¿alguien lo notaría?, el abuelo se daría cuenta de que algo raro sucedía, alguien debió notarlo…

“Llevamos más de una semana aquí, nos hemos visto todos los días, coincidimos en el desayuno y en la merienda, Carlota estaba tan agradecida de que la he acompañado todos estos días, que se ofreció a acompañarme a comprar las telas para mis vestidos, pero no pudo hacerlo, se sentía cansada y le pido a Enrique que me acompañara, creí que mi Padre se negaría, pero a mi papa le agrada mucho Enrique, normalmente no aceptaría algo así, pero accedió, todo fue tan extraño, como cosa se magia, o peor aun como cosa de brujería…

Pasamos toda la tarde juntos, él es un hombre muy divertido, tiene una sonrisa encantadora, es un gran conversador, por momentos me sentía tonta al hablar con él, me sudaban las manos, tartamudeaba, me siento tan vulnerable cuando estoy cerca de él, ojalá no lo note, qué pensará de mí, ¿pensará en mí?

Estoy segura que me ganado el infierno, aun no sé cómo sucedió, pero nos besamos, no puedo creer que haya hecho algo tan atroz…, no, no te engañes Sofía, no fue terrible, fue mágico, lo deseabas, lo buscaste desde la primera vez que lo viste, ¡lo bese!, me beso, nos besamos, ¿esto es amor? Este miedo, este temblor, estas ansias, esta sensación en mi estómago, ¿es amor? ¡Dios mío! ¿que estoy haciendo?”

Desde pequeña me ha gustado observar a las personas, adivinarlas, me gustaba jugar a adivinar que estaban pensando, si lo que decían era igual a lo que estaba en sus cabezas, no recuerdo haber acertado salvo cuando sabia que mi abuelo decía que iba a dejar de fumar y que en el fondo el sabia que al ser su único vicio nunca lo dejaría, que mi abuela decía que no le gustaban las cosas dulces y siempre hacia una pausa larga a la hora de endulzar el café, si no conocías su ritual pensarías que solo le agregaba una cucharada, pero si la conocías sabias que antes de dar el primer sorbo su taza llevaba dos, que siempre encontrarías en la alacena de la cocina un paquete de bombones y que era ella la que antes de dormir religiosamente comía uno, si, aprendí a observar queriendo adivinar, pero al parecer a la que nunca logre descifrar fue a Sofia, es de entenderse, siempre permaneció tan ecuánime ante cualquier situación, pero es más que obvio que no se adivinar, porque nunca me di cuenta de todo lo que ella escondía bajo su rostro.

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