jueves, 9 de junio de 2011

Sofía V

Mientras se oficiaba la misa, justo a la mitad llego Sofía, llevaba puesto un vestido  negro, realmente sencillo, y asombrada como siempre me di cuenta que la ropa no hace a las personas, las personas son las que la hacen lucir, porque ella se veía radiante, hermosa, distinguida,  un vestido que en otro cuerpo pudo haber pasado sin llamar la atención, estoy segura que a los ojos de muchos  puesto en ella robo suspiros.
Aunque mi seguridad –debo confesar-  se derivaba de  una mirada en particular, unos ojos  que recorrieron a Sofía desde sus bellos zapatos, hasta aquel mechón de cabello que coquetamente colgaba y pasaba acariciando suavemente su mejilla, ese elegante caballero paso su vista por sus labios rosas y carnosos,  deteniéndose  en esos bellos ojos que se encontraron con los de ella por milésimas de segundo,  en mi cabeza de niña que amaba los cuentos de hadas me imagine que el habría querido  quedarse a vivir en ellos, aunque pensándolo bien creo que ambos querían que eso fuera posible.
Por prudencia (lo que supongo que todos pensamos sin decirlo)  Sofía no fue al frente a sentarse en el lugar acostumbrado al lado de la abuela, por el contrario decidió sentarse en la última fila, la cual durante la misa del Padre Carmelo siempre permanecía vacía, nadie quería perderse un solo detalle de lo que el Padre decía, así que procuraban llegar temprano y –literalmente- rellenar las filas del frente, en ninguna de las primeras cinco filas cabía un alfiler,  y como no iba a ser así, si las misas del Padre eran las mejores, decían los adultos que era una misa oficiada por un conservador con aires de liberal, -hasta la fecha nunca se ha visto un fervor tan grande como se le tenia a él-, no entendía mucho de porque utilizaban términos de política en un siervo de Dios, lo único que sé es que su forma de hablar daba confianza,  a veces parecía como que creía mas en los actos racionales que en los divinos y  supongo que esa característica hacia que para muchos fuera un mortal y al alcance de cualquiera, no hablaba de un Dios castigador, hablada de la fuerza interior de las personas, del poder de la inteligencia, de las buenas costumbres y de aferrarse a los grandes valores.
Era un hombre de voz dulce y mirada fuerte,  una cosa curiosa es que en sus misas se sabia el justo momento en que el sermón dominical se volvía personal, con sólo una mirada,  y no es que delatara a los pecadores del pueblo, pero sé podía ver las reacciones de las personas, es decir,  si alguien lloraba de mas es porque engañaba a su esposo con el dueño del rastro, o porque bebía de mas en las reuniones, si bien lo dice el dicho “en pueblo chico, infierno grande”. La misa duraba casi tres horas, que parecían menos, la mayoría se encontraba  absorta en lo que el Padre tenía que decir, así que no notaban el tiempo que transcurría, hasta que era la hora de concluir.
Cuando termino la misa de este domingo, Sofía espero a que la familia saliera y tomo del brazo a la  abuela, disculpándose por la tardanza y justificando el haberse sentado en la última fila; abuela palmeo su mano como diciéndole que no había problema, que no pasaba nada. Al salir de la iglesia  la familia “nueva” los Rivera se acercaron a saludar y a agradecer de  nueva cuenta por la espectacular velada que había tenido en casa; el abuelo  tomo del hombro a Enrique y lo aparto de la mujeres, mi papá los siguió,  yo me entretuve jugando con  Carlos y Adriana, así que no sé lo que hablaron, pero me imagino que lo invitaron a una carne asada que se hizo ese domingo en el jardín de la casa de los abuelos.
 La “reunión” comenzó a las dos de la tarde, ellos llegaron puntuales, el Sr. Rivera llevo vinos, quesos y carne, flores para la abuela, para mi madre y para Sofía, todas lo consideraron un caballero muy educado y gentil, por otro lado su esposa que lucia linda pero algo cansada llevo postres para acompañar el café de la tarde. Después de la comida, ellos se fueron a platicar a la sala y nosotros nos pusimos a jugar, todo estaba bien por lo menos  yo no me di cuenta de nada extraordinario, hasta que la nana de Carlos y Adriana fue por ellos a mi habitación, los hizo despedirse de mi y se los llevo a su casa a dormir, mientras caminaban para salir de la casa les explico que sus padres se quedarían mas tiempo, pero que ellos debían ir a dormir.
Apenas salieron de la casa los niños Rivera, el servicio comenzó a desfilar a toda prisa por la casa , llevaban agua caliente, paños, sales, corrían y la abuela al fondo gritaba que se apresurarán; pasaron pocos minutos y se escucho a lo lejos una carreta a todo galope, nadie me explicaba lo que sucedía, de pronto vi  a mamá correr al lado del doctor que llegaba con el capataz, le pregunte al abuelo lo que sucedía y sólo me dijo que nada grave, que fuera a dormir, porque era tarde y yo muy pequeña para estar hasta esa hora con los ojos abiertos, me las ingenie para hacerle creer que me iría a dormir; me quede cerca de la biblioteca, y  desde ahí puede ver que la  persona que se había enfermado era Carlota, alcance a ver sangre sobre algunos paños, y al doctor intentando hacerla volver en si, después de un rato por fin lo consiguió, logro detener la sangre que salía de su cabeza. Le hizo una curación, dejo indicaciones y se despidió.
Entre las indicaciones estaba el que permaneciera en reposo, que no la movieran de donde se encontraba, por lo menos hasta la tarde del siguiente día, y así fue como el matrimonio Rivera pasó la noche en la casa de la abuela.
Aquella noche fue de lo mas extraña, se escuchaban por toda la casa los pasos de Enrique en un eco que jamás había escuchado en la casa, y en cuanto al  servicio este tenia ordenes estrictas de pasar en vela la noche por si se necesitaba algo; estoy  muy segura que nadie pudo dormir esa noche.
Al día siguiente supe lo que había sucedido, la Sra. Carlota estaba apunto de levantarse del sofá para ir a la biblioteca a buscar a su marido, pero de pronto se desvaneció de la nada, y al caer su cabeza se golpeo con el filo de la mesa de centro, y por ser una zona delicada la del golpe, broto mucha sangre lo cual hizo que mi madre y Sofía se asustarán y comenzara el alboroto, la prisa de sacar a Carlos y a su hermana y la llegada pronta del doctor.
Enrique lucia cansado, Sofía compasiva pero hermosa, mi madre preocupada, la abuela desconcertada pero firme y Carlota, permanecía dormida.

2 comentarios:

  1. Muy interesante, me quedé intrigada... ¿Esta es una historia real?... Me quedó la duda.

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  2. Holaaa Martha!!! gracias por todoooos tus comentarios, me hacen muy, pero muy feliz y en cuanto a la historia es un relato que estoy creando, espero esta semana, subir la parte 6, gracias por comentarlo!

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