miércoles, 20 de junio de 2018

Cristina


Y como si la tierra lo supiera, después de tu despedida final, el cielo lloro durante los tres días siguientes.
El primer día lo note de inmediato, era una lluvia triste, melancólica, para los que creemos en la magia, en la energía, sabemos que la naturaleza lloro tu partida, que tu ausencia definitiva de este plano le dolió, ella te vio nacer, te vio amar, te vio parir, la luchaste, la bebiste, la comiste, y le doliste tanto y de tal forma que quiso lavar su dolor entre esta lluvia torrencial.
El llanto se confundió con la lluvia y cerré mis ojos, necesitaba revivir esos momentos de mi niñez, quería regresar el tiempo treinta años atrás, te miré caminar de una habitación a otra en plena tormenta (aquellas tormentas de aquellos años) cubierta con tu reboso que por aquellos años era suficiente para atajarte de la lluvia.
Te vi caminar entre la calle, siguiendo el fluir del agua rumbo al rio, el rio que tantas veces se llenó de ti.
Te vi alejarte entre los cerros, como cuando ibas por tu bebida de Dioses, como aquellos años en los que me preguntaba ¿Por qué no podía acompañarte? Ahora lo sé y es muy tarde para que de adulta pueda hacerlo… lo lamento.
Cualquiera podría pensar que es simple poesía, que es solo un escrito para honrar una partida, pero no, yo lo vi, el cielo estaba llorando y eso me conmovió cada fibra de mi ser y así es como nació este post.
Siempre he sabido que la lluvia nos depura el cuerpo, que nos alivia el alma, ella nos permite detener el tiempo y nos incita a reflexionar; cuando llueve, la vida va andando en pausas, supongo que habrán escuchado el ¿cuándo deje de llover?, sí, ella nos detiene, nos invita a contemplarla, y en los casos necesarios, nos ayuda a despedir.
Y hoy sé que ella te despidió, empapo con fuerza tu última morada, como para terminar de llevarse todo rastro físico de ti, la cubrió en llanto y así en el fluir del agua que limpio los cerros, que revivió las cosechas, te dejo ir.
Te sentí en cada gota, en cada rugido del cielo, te sentí en el canto de los pájaros que pese a la fuerza con la que llovía no se iban y cantaban, y sé que te despedían.
Vine a esta tierra de mis raíces a darle el último adiós a tu cuerpo a festejar tu vida y a escribir de ti. Estoy junto a las personas que me han ayudado a ser quien soy, ante mi padre Agustín y mi abuelita Virginia, tu hermana quien te lloro y quien te extraña, quien, a pesar de no vivir en el presente, te lleva en su corazón, como si hoy fuera ese último 31 de mayo.
Desde aquí, en esta tarde de fría, pero llena de bendecida lluvia, te celebro, te despido y te quiero.
Gracias Cristina por esta hermosa infancia, por esas hermosas noches, por tu hospitalidad. Gracias por esta lluvia y nos veremos cuando sea el tiempo en que nos tengamos que encontrar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario