jueves, 26 de julio de 2018


No voy a buscar tu refugio de la tormenta, esta vez quiero lidiar sola con lo que cargo en la espalda, quiero ser un gato que se esconde y cura a solas sus heridas.

Pero por si te preguntas, qué si te extraño, debo decirte de nueva cuenta que tu duda sale sobrando, es más que obvio que te añoro, que te necesito, que te extraño; si te preguntas ¿qué si duele? sabes, a veces siento como un puñal atraviesa mi corazón tan lentamente que puedo escuchar cómo se rompe.

Sabes, tu ausencia me enferma, me paraliza, me entorpece, me desequilibra, me voltea el mundo de cabeza, pero mírame, sigo de piel, dándole mi mejor cara al mundo, nadie debe notar que te estoy extrañando, ni siquiera tú.

No quiero correr y tocar tu puerta, no puedo hacerlo, no quiero, no otra vez…, quiero pensar que aprendí algo, que he avanzado, ya no soy esa niña insegura y temerosa de tu abandono; esta vez no puedo lanzar una piedra por tu ventana, esperando que te asomes para poder contemplarte desde la esquina, en la oscuridad, en la lejanía, no, no quiero.

 No quiero vagar sigilosamente por tu calle esperando toparme con tu sombra, no quiero ir por ahí deseando respirar el aire que tu exhalas, no puedo volver a hurgar en la basura para encontrar pistas de tu paradero.

No quiero murmurarle al viento tu nombre, ni pedirle que te busque en la lejanía y te susurrare mis letras al oído.

No puedo correr tras de ti, si tú no quieres que te alcance; esta vez me quedare quieta esperando tu llegada.

Lo sé, lo admito, estoy colapsando poco a poco, pero en mi escasa lucidez sé que no debo perseguirte, que eras, eres y siempre serás libre; sé que no seré yo quien limite tus pasos, quien te corte las alas, no puedo ni quiero.

Si, lo sé, estoy enloqueciendo, pero quiero que sepas, estaré aquí, como siempre, esperando con paciencia y más enamorada que siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario