No voy a buscar tu refugio de la
tormenta, esta vez quiero lidiar sola con lo que cargo en la espalda, quiero
ser un gato que se esconde y cura a solas sus heridas.
Pero por si te preguntas, qué si
te extraño, debo decirte de nueva cuenta que tu duda sale sobrando, es más que
obvio que te añoro, que te necesito, que te extraño; si te preguntas ¿qué si duele? sabes, a
veces siento como un puñal atraviesa mi corazón tan lentamente que puedo
escuchar cómo se rompe.
Sabes, tu ausencia me enferma, me
paraliza, me entorpece, me desequilibra, me voltea el mundo de cabeza, pero mírame,
sigo de piel, dándole mi mejor cara al mundo, nadie debe notar que te estoy
extrañando, ni siquiera tú.
No quiero correr y tocar tu
puerta, no puedo hacerlo, no quiero, no otra vez…, quiero pensar que aprendí
algo, que he avanzado, ya no soy esa niña insegura y temerosa de tu abandono; esta
vez no puedo lanzar una piedra por tu ventana, esperando que te asomes para poder
contemplarte desde la esquina, en la oscuridad, en la lejanía, no, no quiero.
No quiero vagar sigilosamente por tu calle
esperando toparme con tu sombra, no quiero ir por ahí deseando respirar el aire
que tu exhalas, no puedo volver a hurgar en la basura para encontrar pistas de
tu paradero.
No quiero murmurarle al viento tu
nombre, ni pedirle que te busque en la lejanía y te susurrare mis letras al oído.
No puedo correr tras de ti, si tú
no quieres que te alcance; esta vez me quedare quieta esperando tu llegada.
Lo sé, lo admito, estoy colapsando
poco a poco, pero en mi escasa lucidez sé que no debo perseguirte, que eras,
eres y siempre serás libre; sé que no seré yo quien limite tus pasos, quien te
corte las alas, no puedo ni quiero.
Si, lo sé, estoy enloqueciendo,
pero quiero que sepas, estaré aquí, como siempre, esperando con paciencia y más
enamorada que siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario